domingo, 11 de noviembre de 2012

Teoría heliocéntrica

Sistema helicéntrico
El heliocentrismo (del griego: ἥλιος-helios «Sol» y κέντρον-kentron «centro») es un modelo astronómico según el cual la Tierra y los planetas se mueven alrededor de un Sol relativamente estacionario y que está al centro del Sistema Solar. Históricamente, el heliocentrismo se oponía al geocentrismo, que colocaba en el centro a la Tierra. La idea de que la Tierra gira alrededor del Sol fue propuesta desde el siglo III a.C. por Aristarco de Samos,1 aunque no recibió apoyo de otros astrónomos de la antigüedad.

No fue sino hasta el siglo XVI, durante el Renacimiento, que un modelo matemático completamente predictivo de un sistema heliocéntrico fue presentado por el matemático, astrónomo y clérigo católico polaco Nicolás Copérnico, con la publicación en 1543 del libro De Revolutionibus Orbium Coelestium. Esto marcó el inicio de lo que se conoce en Historia de la ciencia como «Revolución copernicana». En el siglo siguiente, Johannes Kepler trabajó y expandió este modelo para incluir órbitas elípticas, sus trabajos fueron apoyado por observaciones hechas con un telescopio que fueron presentadas por Galileo Galilei.

Con las observaciones de William Herschel, Bessel y otros, los astrónomos realizaron finalmente que el Sol no se encuentra en el centro del universo; en la década de 1920, Edwin Hubble demostró que formaba parte de un complejo aún mayor: la galaxia (la Vía Láctea), y que esta era tan sólo una entre miles de millones de galaxias más.


Primeras concepciones:
A cualquiera que se detenga a mirar el cielo, le parecerá que la Tierra se encuentra estática en un solo lugar mientras que todo en el cielo sale por el Oriente y se mete por el Poniente una vez al día. Con algo más de escrutinio, sin embargo, se observarán movimientos más complicados. Por ejemplo, que los puntos de salida del Sol y de la Luna cambian a lo largo del año, o que algunas estrellas y planetas desaparecen durante muchos meses, o bien que los planetas a veces aparentan haberse movido en dirección contraria en relación a las estrellas de fondo (este «movimiento aparente» se conoce como retrogradación de los planetas).

A medida que estos movimientos celestes fueron mejor observados y comprendidos, las descripciones pudieron ser más elaboradas; la más conocida fue el «Sistema Ptolemaico», que alcanzó su expresión más completa en el siglo II d.C. El sistema ptolemaico era un sofisticado sistema astronómico diseñado para calcular las posiciones de los planetas hasta un alto grado de exactitud.2 Ptolomeomismo, en su Almagesto, señala que todo modelo que describa los movimientos planetarios es meramente un artilugio matemático, y como no hay manera de saber cual es real, el modelo más sencillo y que arroje los números correctos es el que deberá utilizarse.3 Sin embargo, rechazó la idea de una rotación de la Tierra por absurda, pues imaginaba que se crearían grandes vientos. Sus hipótesis planetarias eran lo suficientemente convenientes como para que las distancias de la Luna, Sol, planetas y estrellas, pudieran ser determinadas 'creando órbitas celestes esféricas' como realidades contiguas. Esto colocó a las estrellas a menos de 20 unidades astronómicas,4 (un retroceso en comparación con el esquema heliocéntrico de Aristarco de Samos, que desde hacía siglos, había colocado a las estrellas necesariamente al menos dos órdenes de magnitud más lejos).


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